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Navarra, una comunidad donde la soledad no deseada golpea con especial fuerza a las mujeres y a las generaciones adultas

Pamplona y su área metropolitana concentran el mayor número de personas que llaman en búsqueda de compañía y apoyo emocional

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 En un momento en que España avanza para que el 16 de diciembre sea reconocido como el Día Internacional de la Soledad no Deseada —iniciativa liderada por la Fundación Social Padre Ángel y Mensajeros de la Paz—, ambas instituciones presentan el Mapa Nacional de la Soledad no Deseada, elaborado a partir de los datos del Teléfono Dorado.

El Teléfono Dorado (900 22 22 23) es un servicio gratuito y confidencial creado hace 30 años por Mensajeros de la Paz. En estas tres décadas, ha recibido más de 7,2 millones de llamadas, convirtiéndose en el principal barómetro de la soledad en nuestro país. Y el análisis de las personas que recurren al Teléfono Dorado permite por primera vez trazar un mapa de la soledad no deseada en España, con datos reales, voces anónimas y mucho aprendizaje humano.

Navarra, un territorio marcado por la soledad adulta y la dispersión poblacional

La soledad no deseada tiene un marcado acento territorial: cambia según la estructura demográfica, la dispersión rural o la falta de redes comunitarias. La ausencia de lugares de encuentro, actividades sociales y espacios de convivencia refuerzan la sensación de invisibilidad.

Navarra refleja una realidad dual que agrava el aislamiento: por un lado, entornos urbanos donde muchas personas carecen de red familiar o de apoyo cercano; y por otro, zonas rurales donde la soledad se vive en silencio, con poca visibilización y escasa demanda de ayuda.

La soledad no entiende de Generaciones

Si bien se suele asociar la soledad a las personas mayores, los datos revelan una transformación generacional en Navarra. El fenómeno afecta con fuerza a todos los grupos de edad:

Millennials: Cada vez son más los jóvenes que buscan en el Teléfono Dorado una voz amiga capaz de escucharles de verdad. Su soledad suele aflorar tras una ruptura, al mudarse a otra ciudad o perder los vínculos familiares. Muchos reconocen sentirse abrumados por la hiperconexión digital, pero sin nadie real con quien hablar. Esta realidad queda reflejada en el mapa de la soledad: los Millennials representan el 11,4% de los casos atendidos.

Generación X y Boomers (40-65 años): En estas generaciones, la soledad se manifiesta sobre todo como un silencio persistente, a menudo vinculado a la separación, la inestabilidad laboral o la responsabilidad de cuidar a padres mayores. Muchas personas de este grupo expresan cómo, tras años volcados en la familia y el trabajo, ahora se sienten solas incluso en casa. En Navarra, los Baby Boomers concentran el 47,7% de los casos registrados por el Teléfono Dorado, y la Generación X supone un 27,3% del total.

Mayores de 65 años: Este grupo constituye el 13,6%. Hay quien llama tras perder a su pareja, quien siente que ya no cuenta para sus hijos, o quien simplemente necesita hablar cada día para combatir el silencio. El 64% de las personas mayores que llaman viven solas y un 30% reconoce no recibir visitas en semanas.

Por otro lado, la soledad no deseada golpea con especial fuerza a las mujeres, que en la comunidad navarra representan el 73% de quienes buscan apoyo emocional. Muchas son viudas o separadas, con mayor esperanza de vida y una carga histórica de cuidados que, en la madurez, se convierte en ausencia de redes propias.

Además, los datos del Teléfono Dorado a nivel nacional revelan que en España la soledad no deseada está estrechamente ligada a la situación vital de quienes la padecen. La mayoría de las personas que buscan acompañamiento viven solas, un 64%, mientras que apenas un 2% comparte el hogar con sus hijos, lo que evidencia que la ausencia cotidiana de compañía actúa, en muchos casos, como detonante del malestar emocional. Desde el punto de vista social, más de la mitad de quienes llaman se identifican como clase media, un 51%, y un 27% como clase baja, lo que confirma que la soledad no depende directamente del nivel económico, aunque la falta de recursos sí dificulta el acceso a actividades, espacios comunitarios o redes de apoyo que ayuden a mitigar el aislamiento.

La soledad tampoco entiende de nivel educativo. Atraviesa todos los perfiles formativos, ya que el 45% de las personas atendidas cuenta con estudios secundarios, el 39% con formación primaria y solo un 7% con estudios superiores, desmontando la idea de que se trate de un fenómeno vinculado a la preparación académica. A esta realidad se suma un impacto directo sobre la salud: cuatro de cada diez personas mencionan dolencias físicas persistentes, mientras que un 23% reconoce síntomas de depresión y un 11% ansiedad o angustia, en una relación estrecha y bidireccional en la que la soledad alimenta los problemas de salud y estos, a su vez, refuerzan el aislamiento.

Cuando expresan qué necesitan, la mayoría no reclama grandes soluciones, sino actividades, talleres, centros de día y espacios de encuentro que les permitan relacionarse y crear vínculos reales. En el fondo, lo que buscan es sencillo y profundo a la vez: un lugar donde volver a sentirse parte de algo y dejar de ser invisibles.

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