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La Unión de Campos guarda aún restos de la encomienda de Roncesvalles en el Villar

Así lo ha manifestado Begoña López en una conferencia que recoge parte de la investigación que realiza sobre las encomiendas de Roncesvalles en España

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Detalle de la Cruz de Roncesvalles

Puerta entrada iglesia frontal

“La encomienda de Roncesvalles en el Villar” es el título de la conferencia que ha impartido la periodista e historiadora del Arte Begoña López en la localidad vallisoletana de la Unión de Campos, dentro de los actos de recuerdo de la formación de esta localidad con la fusión de Villagrá y el Villar de Roncesvalles en 1841, aunque su actual nombre data de 1920. El contenido de la conferencia forma parte de la investigación en la que hace más de un año viene trabajando la ponente. Se trata de estudiar qué queda de las que fueron encomiendas de Roncesvalles en los reinos hispánicos, salvo en Navarra.

El pueblo del Villar se fundó el 10 de junio de 1215 después de que el rey Alfonso IX de León, tradicional aliado de Navarra frente a Castilla y un gran enamorado de la Colegiata de Roncesvalles impulsó mayor presencia en sus dominios orientales, las regiones más genuinamente leonesas, de gran impacto en la historia de Roncesvalles. Por ello, señaló López, “permitió a la Orden de Roncesvalles asentarse en una zona junto a Villagrá conocida como el Villar, en Tierra de Campos, y el 10 de junio de 1215 se funda el pueblo del Villar de Roncesvalles, estableciéndose los miembros de la Orden en un monasterio que se construyó a las afueras del nuevo pueblo y que perduró hasta el S.XVII, cuando la Orden lo abandonó”. 

El rey otorgó ese lugar con su señorío jurisdiccional, y lo favoreció con la exención sucesiva del Fuero Regio. Esta encomienda, la segunda que este rey otorgó a Roncesvalles tras la gallega de Rozavales, fue la que más tiempo permaneció como propiedad de la Colegiata, hasta el siglo XIX.

“Hasta la desamortización fue la sede de la encomienda de Castilla, convergiendo en ella otras propiedades del mismo reino, por lo que mereció ser la titular de varios personajes del monasterio, como fue el caso de su comendador Martín de Azpilicueta, siendo prior de Roncesvalles Francisco de Navarra.”, subrayó López.

En 1219, Alfonso IX, en Astorga, concede al hospital de Roncesvalles y a cuantos vinieren a poblar bajo su dirección el Villar la exención del pago de toda pecha. “Todos los que vengan a vivir bajo los hermanos de Roncesvalles, a aquella mi heredad, de San Justo de Villar, que yo les concedí para que la poseyeran, sean libres siempre de toda pecha, petición, facencia y fuero regio, y no presten otro fuero que aquel que les impusieran los dichos hermanos”. Posteriormente aprobaron esta exención Fernando III, Alonso X, Sancho III, Alfonso V de Castilla y finalmente, Pedro el Cruel en 1329. Estas concesiones se complementan con la de Alfonso X de 1257 en Sahagún, de eximir a la villa de la jurisdicción del merino real. Por tanto, las características del señorío territorial-jurisdiccional parecen darse en El Villar de Roncesvalles.

Aparecen ligadas a esta encomienda las antiguas de Toro y Zamora y otras poblaciones en las que en su mayor parte subsistieron todavía los antiguos intereses de Roncesvalles, como, Morales de Toro. En Toro, constan también renovaciones de censo desde la encomienda de El Villar (1494). Esta encomienda del Villar fue confirmada y aumentada con los patronatos de Santa Catalina, de la ciudad de Toro.

A finales del S. XVI, la Colegiata conservaba la jurisdicción civil y criminal sobre los moradores de la villa y nombraba al alcalde.

No prosperó el intento de enajenación de la hacienda de El Villar (1687 y 1689), en ambos casos por oposición de la Real Cámara. En el primer caso, se ofrecieron 10.000 ducados (110.000 reales) y en el segundo, 200.000 reales. Continuó la política de arrendamientos que aseguraba unos ingresos mínimos más o menos estables. Entre 1723 y 1759, la administración-arriendo de la encomienda de El Villar estuvo encomendada a los jesuitas de Villagarcía.

López añadió que según el censo de Floridablanca, el primero de población de la era estadística en la historia de España, El Villar de Roncesvalles contaba en 1787 con 136 habitantes; Villagrá, con 542 vecinos. Los datos aluden sólo a la población seglar. La población eclesiástica en la Tierra de Campos a mediados del S. XVIII era amplia. La base de la economía de la comarca era la agricultura, apoyada en bases muy endebles.

De 1793 a 1876 se producen diferentes guerras y las desamortizaciones, como la de Mendizábal. El Cabildo de Roncesvalles gestiona ante la reina regente que Roncesvalles se exceptuara de los decretos desamortizadores atendiendo a su condición de Colegiata y hospital, logrando con ello la suspensión del proceso desamortizador en la Colegiata y el secuestro de bienes a que estaba sometida, incluidas las encomiendas de El Villar y propiedades guipuzcoanas.

Vestigios actuales de la encomienda del Villar

Cuando uno se acerca a la Unión de Campos, todavía puede ver una cierta línea de discontinuidad entre lo que fue el Villar de Roncesvalles y Villagrá. Cómo fue cuando perteneció a Roncesvalles puede verse claramente en un cuadro de la Coronación de la Virgen que cuelga en la Iglesia de la Asunción. La pintura, obra de Felipe Gil, está datada en 1797 y muestra las dos localidades separadas por un arroyo.

En las primeras calles que surgen cuando se llega desde Becilla, aún se mantienen los restos de una antigua panera que puede fecharse hacia 1782, así como un palacio con dos magníficos escudos tallados sobre piedra, uno de ellos con fecha de 1784, que sostiene en una de sus paredes la placa que da nombre a la plaza, Roncesvalles.

Junto a la noble casa, se levanta un edificio ahora de propiedad particular. Bajo el alero que sujeta el tejado del que pudo ser el antiguo hospital de Roncesvalles en el Villar, hubo una puerta de piedra, ahora desaparecida, de arco de medio punto rematada en la parte superior con la cruz de Roncesvalles, cuyo original aún pervive y que está fechado en el año 1742 con el nombre de Ronzesballes en la parte superior.

Mantiene pequeñas ventanas que  se muestran con un ligero abocinamiento en el interior, que actualmente alberga diversas herramientas y multitud de cordeles. Desde el interior, se aprecia el arco de medio punto que tuvo la puerta primitiva, así como la entrada muestra parte del suelo original reconocible aunque deteriorado. A derecha e izquierda hay dos estancias rectangulares. La de la derecha es más larga que la de la izquierda. Pudieron ser las alas del hospital, una para hombres y otra para mujeres. Respecto a la techumbre, es la original,  con vigas de corte cuadrado, diferente a todas las construcciones del municipio, que tienen una sección redonda

En la parte trasera encontramos un solar con hierba que separa el que pudo ser el hospital de la iglesia de los Santos Justo y Pastor. En ese espacio vacío pudo encontrarse el monasterio. Los vecinos de la localidad, según Begoña López, señalan que hace años se encontraron un gran número de restos humanos enterrados en ese lugar. No sería raro que junto al hospital y a la iglesia se levantara el monasterio.

Respecto a la iglesia, también de propiedad particular, está bastante dañada, pese a que su propietario ha efectuado algunos arreglos para evitar males mayores. La entrada de la iglesia es la original. Sobre la puerta de madera se  mantiene una pequeña hornacina que pudo guardar alguna talla religiosa.

A la techumbre, rematada por una cúpula apoyada sobre pechinas, con una pequeña linterna, se accede por unas escaleras. Se encuentra bastante deteriorada y con guano de las palomas.

En el exterior se aprecia la parte que queda de la fábrica original de la iglesia, así como los añadidos posteriores, incluida la puerta metálica. Se encuentra al este de la puerta que da acceso a la cúpula con linterna. 

En la Plaza Roncesvalles hay una vivienda particular que tiene el cierre que pudo ser el de la puerta del hospital. Tiene cruzadas las llaves de San Pedro y puede datarse en el siglo XVIII.

Los dominios de Roncesvalles traspasaron sus fronteras

La funciones de las encomiendas, dirigidas por un comendador, tenían un marcado papel agrícola, así como de repoblación y colonización. A ellas se unían el papel pastoral  y el derecho de presentación de clérigo a la iglesia parroquial, el pago de diezmos y de otros impuestos y la asistencia a los peregrinos, a los pobres y a los enfermos, estos últimos se llevaban a la casa madre a caballo.

Lo que distinguió a Roncesvalles respecto a otras instituciones eclesiásticas navarras fue que el ámbito de su dominio traspasaba España para extenderse a varias naciones de Europa occidental. Esto se debe a que su fama había traspasado los umbrales del reino de Navarra, y fue favorecido por los monarcas de los territorios por donde transcurría la ruta Compostelana.

En 1193 recibió su primera iglesia fuera de Navarra, en Galicia, y a principios del XIII recibía las encomiendas de El Villar y Zamora en el reino de León. En Castilla se le dio el hospital de Velliza y posesiones en las provincias de Segovia y Soria. Poseyó la iglesia de Zumaya (Guipúzcoa). También obtuvo bienes y encomiendas en Aragón (San Julián de Andria, cerca de Lierta) e incluso en tierras recientemente reconquistadas, como Valencia (encomienda de Puzol) y la propia Sevilla.

La enmienda de Leomil fue el núcleo de sus posesiones portuguesas y se mantuvo hasta el siglo XIX. Fuera ya de la Península Ibérica destacaron las encomiendas de Santa María Mascarella (Bolonia), Londres, y en Francia las de Samatan (cerca de Toulouse) y Montpellier, así como las posesiones de Champaña. La colegiata mantuvo estos bienes transpirenaicos hasta el siglo XVI. Los perdió, en parte, a consecuencia de las convulsiones que acarreó la reforma protestante. 


 

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