l presidente del Gobierno de Aragón, Jorge Azcón, ha participado este lunes en una audiencia privada con el papa Francisco a la que también han asistido la alcaldesa de Zaragoza, Natalia Chueca, y el arzobispo de Zaragoza, Carlos Escribano. Durante el encuentro, el jefe del Ejecutivo autonómico ha tenido la oportunidad de trasladar al Santo Padre su invitación personal para que visite Aragón y Zaragoza en el 40 aniversario del viaje que llevó a Juan Pablo II a la capital aragonesa.
"El Santo Padre es cercano, agradable y cariñoso. La reunión que hemos mantenido ha sido especial desde el punto de vista personal, pero característica de lo que hoy es el Papa, que quiere acercarse al mundo a través de la cercanía y el amor de la Iglesia católica", ha expresado Azcón ante los medios de comunicación.
Entre otros temas, los mandatarios aragoneses y el máximo responsable de la Iglesia católica han abordado "el reconocimiento del Papa Luna o los conflictos pendientes respecto a los bienes de la Iglesia en la Comunidad aragonesa". "Hemos compartido que tenemos que trabajar y seguir esperando para que ambos procesos lleguen a buen puerto", ha explicado.
"También hemos hablado de temas importantes en el mundo como el fraude electoral que se ha cometido en Venezuela. Es mucho lo que nos une a lo que ocurre en Hispanoamérica, no olvidemos que la Virgen del Pilar es, a su vez, la Virgen de la Hispanidad", ha recordado.
En este sentido, el papa Francisco ha mostrado "su preocupación", pues "que no haya democracia plena en Venezuela y no se respete el resultado de unas elecciones no va a mejorar, de forma alguna, la vida de la gente".
El 'Papa Luna' o antipapa
El Papa Luna, conocido como Benedicto XIII, fue un personaje histórico nacido en 1328 en Aragón, España, que llegó a ser una figura central durante el Cisma de Occidente, un período de división en la Iglesia Católica. Tras la elección de dos papas en 1378, uno en Roma y otro en Aviñón, Pedro Martínez de Luna fue nombrado papa por el grupo de cardenales que apoyaba la sede de Aviñón, adoptando el nombre de Benedicto XIII. Sin embargo, este papado paralelo fue motivo de controversia y conflicto dentro de la Iglesia, ya que ambos papas reclamaban la legítima autoridad, dividiendo así a la cristiandad en dos bandos.
Benedicto XIII, conocido por su obstinación, se refugió en el Castillo de Peñíscola, donde mantuvo su papado hasta su muerte en 1423, a pesar de la creciente falta de apoyo y de su excomunión por parte del Concilio de Constanza, que puso fin al cisma en 1417. Debido a su resistencia a renunciar y su desacato a las decisiones conciliares, Benedicto XIII fue considerado un antipapa, un título dado a aquellos que son considerados usurpadores del papado por no ser reconocidos como legítimos. Por esta razón, su figura y su papado no son reconocidos oficialmente por la Iglesia Católica, que solo reconoce a los papas de la línea romana como los verdaderos sucesores de San Pedro.